Apunte del natural

Son casi las doce de la noche de la mitad de la semana. En uno de los pasos de cebra que debo atravesar para llegar a casa, freno el coche para dejar pasar a una pareja. Son dos adolescentes, no llegarán a los quince años. Mañana estos dos tórtolos estarán dormidos en clase. Y después dirán que no se enteran y que suspenden porque el profesor les tiene manía.

Ella, más alta y grande que él, lo parece aun más por los tacones. Va maquillada y se recoge el pelo, que le llega hasta la cintura, en una coleta alta. Su acompañante tiene todavía cara de niño, muy rubito, muy blanco. Parece casi oculto bajo el brazo de ella que lo rodea por los hombros. Él la coge, torpemente, por la cintura y, a medida que ella mueve sus caderas para caminar, resuelta, su mano va resbalando, y el la sube, tímido, a cada paso. Ella no para de hablar, de gesticular. Él mira al camino y a ella, al camino y a ella...

Desaparecen entre los pisos tras la estación de metro.

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