Princesas en botijas


-Esto era un rey que tenía tres hijas, las metió en tres botijas y las tapó con pez, ¿quieres que te lo cuente otra vez?

-¡Sí!

-Pues esto era un rey que tenía tres hijas, las metió en tres botijas y las tapó con pez, ¿quieres que te lo cuente otra vez?

-¡No! Quería que me lo contara otra vez para decirme más cosas. ¿Cómo eran las princesas? ¿Rubias? ¿Y por qué las metió en tres botijas? ¿Y la reina, no dijo nada? ¡Oh, pobre! Habría muerto, claro. Bueno, pero sigo sin saber por qué las metió en las botijas. A lo mejor se portaron mal. No, no... Las princesas son buenas. ¡Ah! Ya sé. Se las tenían que ofrecer al dragón, a ese dragón malo que arrasaría el pueblo si no le entregaban a las princesas. Y claro, el rey quería mucho a sus hijas, pero era un rey bueno que cuidaba a su pueblo, así que no tuvo más remedio que llevarlas a su cueva. Pero llegó un príncipe... ¡No! Tres príncipes. Tres príncipes hermanos que rescatarían a las tres princesas. Eran listos y valientes, mataron al dragón y llevaron a las princesas al castillo. El rey se puso tan contento que les regaló parte de su reino y les preguntó si querían casarse con sus hijas. Los príncipes aceptaron y las princesas también, porque se había enamorado todos a primera vista. Y vivieron felices y comieron perdices. Fue así, ¿verdad?

El ciego volvió sus ojos claros al cielo. Ignoró las palmadas de alegría de la niña.


-Esto era un rey que tenía tres hijas...

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